Para que las personas puedan crecer y desarrollarse deben separarse, no solo una vez en la vida. Las primeras separaciones se dan en la infancia: el destete, ir a la cama solos, comenzar a ir al jardín. Todo esto incorporando a la par la socialización como medio fundamental para incluirse en la sociedad. Es “lo normal” y es por eso que no causa mayor impacto.
Separaciones abruptas
La familia es considerada el lugar privilegiado donde todos nacemos, crecemos y nos desarrollamos rodeados de personas que nos quieren, que nos animan, que nos enseñan y por tanto, separarse de la familia es muchas veces impensable.
Pensar en la violencia solamente como sinónimo de someterse a una fuerza que impone un otro, es dejar de lado el hecho de que la violencia está implícita en nuestra vida diaria. Justamente, es la violencia de lo contingente lo que da lugar a inventar cada vez qué hacer con lo que nos ha tocado vivir.
No solo es violento un acto de agresión explícito. También lo es cada situación inesperada que se nos presenta. Los cambios, las decisiones que tomamos muchas veces pueden ser violentos para otros. Prácticamente cualquier cosa que pueda hacernos cambiar el rumbo de nuestras vidas puede ser violento.
Volvamos a la familia. Crecemos y nos vamos haciendo conscientes de que nos encontramos rodeados de un grupo de personas que son responsables de nuestro cuidado, de lo que aprendimos y muy en el fondo de lo que somos. Nos han enseñado un modo de vivir que es el único que conocemos. Por eso, separarse angustia.
El malentendido en la familia
El hecho de que la familia represente ese lugar único y conocido para el sujeto, no da ninguna garantía de que sea el lugar ideal para cada uno de sus miembros. Los animales están biológicamente preparados para proteger la especie, pues está incorporado en su genética la manera en la que deben hacerlo para que las crías alcancen la adultez y su posterior reproducción.
La humanidad no funciona de esta manera, por tanto no hay garantía de que el seno familiar pueda protegernos y hacer siempre lo necesario para que en efecto podamos alcanzar la madurez y el montón de propósitos que nos trazamos.
Para los seres hablantes no existe un fin único. Existen múltiples metas y tantas maneras de alcanzarlas como sujetos hay en el mundo. En este punto, aparece la discordia. Se desatan debates, conflictos y peleas entre los miembros de la familia cuando alguno de ellos ya no quiere seguir por el camino trazado. Es difícil para muchos entender, que el camino de uno, no funciona para todos los miembros de la misma familia.
La violencia de la separación y la segunda familia
Es común encontrar personas que se agrupan y adoptan a otros como familia. A pesar de no compartir sangre, se hacen hermanos, primos, tíos e incluso madres y padres. Socialmente, esto es considerado inadecuado y hasta se juzga la naturaleza de estos lazos. Se asegura que si una persona tiene la necesidad de sustituir a miembros de su familia por otras personas, es porque la familia en cuestión no está haciendo su trabajo.
Si bien, estas elecciones no tienen directamente que ver con algún conflicto en la familia originaria; el verdadero conflicto surge cuando se presenta la separación.
Cuando un miembro decide tomar un camino diferente, la familia entera se desestabiliza, se desacomoda, produce crisis. Es un evento contingente para el que no se está preparado. Cualquier movimiento pone a prueba los recursos subjetivos de los miembros de la familia. Cada uno debe reconstruir su propia historia y esto no ocurre sin violencia.
Lo cierto, es que la segunda familia puede estar compuesta por otros integrantes elegidos como tal, pero también es necesario que se produzca esta separación para que las personas puedan crear su propia familia, ya sea en pareja, con hijos o con mascotas. Lo importante es que cada nueva familia va a crear su propio modo de vivir.
“Sabemos que no hay en la familia nada natural, sino que se trata de una red de lazos voluntariamente decididos, donde se requiere un acto de voluntad, un consentimiento del sujeto para que una función, madre, padre, hijo, se sostenga y se transmita en tanto tal.”
Claudia Lijtinstens
Psicóloga Clínica de orientación psicoanalítica.
Experiencia en el área de salud mental con niños, niñas, adolescentes y adultos. Intervención y tratamiento de las distintas manifestaciones de malestar subjetivo: angustia, depresión, ansiedad, somatización, dificultades en la socialización, entre otros.
Me encantó. Indudablemente este texto, está lleno de muchas verdades. No es fácil entender y aceptar la partida de un miembro de la familia del núcleo. Tal vez, lo que podría ayudar al resto a asimilarlo, es cultivar pensamientos que permitan sentir que ese ser, estará bien en el nuevo camino.