“¿Qué fines y propósitos de vida expresan los hombres en su propia conducta; qué esperan de la vida, qué pretenden alcanzar en ella? Es difícil equivocar la respuesta: aspiran a la felicidad, quieren llegar a ser felices, no quieren dejar de serlo”.
Sigmund Freud
El tiempo va pasando, los hijos crecen y se hacen adultos. Nos preguntamos si les dimos las herramientas necesarias para vivir su día a día, para desenvolverse en distintos ámbitos o para enfrentar situaciones difíciles. Como padres damos a nuestros hijos lo que creemos mejor para ellos. Generalmente influyen en estas consideraciones las experiencias que vivimos cuando éramos niños, surgiendo de manera consciente o inconsciente en nuestra mente frases como: “les daré lo que yo no pude tener” o “hay que prepararlos para que no pasen trabajo”. En el fondo lo que deseamos para nuestros hijos es que alcancen la felicidad.
Forjando el camino a la felicidad
Toda esa inquietud por dar a los hijos lo que creemos conveniente y necesario para ellos comienza incluso antes de su nacimiento. Cuando apenas sabemos de su existencia comenzamos a “hacer el nido”. Se compra todo para ese bebé y lo surtimos de toda una gama de accesorios que harán confortable su llegada.
Transcurre el tiempo y llega la hora de soltarlo un poco. Nos esmeramos buscando una buena institución educativa donde les brinden una sólida formación académica y ofrezcan actividades extracurriculares donde pasarán largas horas “preparándose” esperando que finalmente alguna les apasione y les haga felices. Pero, ¿cómo entender la felicidad?
Debemos entender que la felicidad como concepto es muy elástico. Para algunos son momentos emocionantes que tal vez se confundan con momentos de alegría. Para otros es una actitud constante ante la vida, ligada a una decisión frente a lo que le suceda.
No existe garantía de que nuestros esfuerzos por dar lo que creemos mejor para nuestros hijos, los haga alcanzar su felicidad. La felicidad es una construcción particular de cada individuo y nadie puede construir la felicidad del otro.
¿Nos educamos para ser felices?
No hay asignatura o disciplina en el currículum educativo que nos enseñe a ser felices. Sin embargo hay una buena noticia, se ha comenzado a retomar dentro del ámbito educativo una antigua propuesta que tal vez nos permita enrumbarnos hacia ella: la necesidad de Educar en el Ser o Aprender a Ser como fue expresado por la UNESCO en 1972.
Esta educación debería posibilitar el desarrollo de la personalidad y de las actitudes emocionales que permitan al sujeto enfrentarse a las adversidades, afrontar fracasos y alcanzar metas y objetivos.
Esta propuesta pretende incentivar la construcción de un ser humano consciente que comprenda que él mismo es responsable de sus logros pero también de sus fracasos. Que le permita entender que todos los eventos de su vida, buenos y malos, dejarán un aprendizaje que lo ayudará en su transformación y crecimiento, siempre y cuando sepa qué hacer con ellos.
El Psic. Mario de Jesús González, en este sentido invita a pensar en un nuevo paradigma educativo que “dimensione al estudiante como un individuo con derechos incluyendo su valor intrínseco… Un ser a quien se eduque con sentido desde la libertad, sin descuidar sus límites, a quien se le brinde una razón de ser con coherencia de criterio y ejemplaridad, para que se sienta acompañado y atendido desde su integralidad de acuerdo con sus necesidades e intereses propios*
Como padres que buscamos en la escuela herramientas para formar a los hijos y confiamos en ellas, nos corresponde escuchar, analizar y participar en las propuestas que en este sentido se vayan generando. Así se logrará la gestación de un nuevo sistema educativo que les proporcione un acompañamiento útil para la construcción de su felicidad.
*González Cano M de J. Un cambio de paradigma para la escuela del siglo XXI [Internet]. Blog Tiching. El Blog de Educación y TIC. 2017 [citado 10 octubre 2020]. Disponible en: http://blog.tiching.com/cambio-paradigma-la-escuela-del-siglo-xxi/
