“La perfección es una pulida colección de errores.”
Mario Benedetti
Como docente escuché de muchos padres y representantes expresar el deseo de que sus hijos se destacaran en el colegio. Para ellos resultaba importante que se esforzaran por hacer sus trabajos impecables. Consideraban como conformismo el que no alcanzarán calificaciones cercanas a la óptima. Posiblemente ese deseo parte del imperativo de ser mejores y buscar la perfección. Las instituciones educativas refuerzan ese deseo tratando de convencer a los padres de que sus hijos recibirán allí la mejor preparación. Sin darnos cuenta, padres y maestros hemos puesto sobre los niños desde muy pequeños la responsabilidad de llevar “el testigo” del plan de perfección que les hemos impuesto.
Evaluación vs calidad de enseñanza
Las escuelas invierten a través de sus docentes una buena parte del tiempo en el aula, para evaluar a sus alumnos usando las pruebas calificadas. La intención es asociar el nivel de conocimiento de los estudiantes a la premisa de que imparten la mejor formación académica. Sin embargo, muchos han cuestionado la efectividad de la aplicación de ese tipo de instrumentos para demostrar que se cumplió el objetivo.
“El orden y la exigencia interna son características de los colegios aceptadas por sus actores. Sin embargo, en algunos establecimientos existe mucha presión, lo que excluye a quienes tienen más problemas o diferente ritmo de aprendizaje”.*
Actualmente el promedio de un curso, se utiliza para evaluar si el docente a cargo, logró impartir “correctamente” los conocimientos.
Así mismo, la aplicación reiterada de pruebas estandarizadas, puede causar un efecto contrario al deseado. Los estudiantes son presionados, pero no se observa una mejora en su nivel de aprendizaje.
Conocimientos vs habilidades
El trabajo en el aula me permitió comprender que una calificación, no es equivalente a la habilidad del estudiante. Es decir, un estudiante con una buena calificación no necesariamente es capaz de utilizar los conocimientos teóricos adquiridos.
Por ejemplo, tras una evaluación teórica del contenido “Colocación de vendajes”, muchos de los estudiantes con máxima calificación no pudieron colocarla adecuadamente en la práctica.
Esto nos lleva a reflexionar que la aplicación de estos instrumentos, sólo es útil para cumplir con el reglamento educativo de evaluación. El docente en su rol de formador tiene una labor más importante. Esta reside en diseñar las estrategias de enseñanza que apasionen e inviten a sus estudiantes a aprender significativamente los conocimientos. Para luego poder desarrollar la habilidad para utilizarlos.
Una invitación al aprendizaje más natural
El tiempo que pasamos en la escuela es largo. Comienza desde muy pequeños y respetando nuestras edades se nos va entrenando gradualmente en una gama de disciplinas. Se supone que cada edad permite la adquisición de determinados conocimientos. Sin embargo, no debemos olvidar que cada individuo, independiente de su edad, tendrá un desarrollo particular que afectará el ritmo de su aprendizaje.
La exigencia que se impone el docente de alcanzar un número de temas dados para cumplir con su planificación y la de los padres para que sus hijos cumplan con las estrategias de evaluación, sacan del juego al protagonista. El niño tiene derecho a que su proceso de aprendizaje se produzca de manera más natural y placentera. Sería conveniente una invitación a la exploración, alimentado por la motivación y protegido de los cánones de perfección que lo pueden llevar a la pérdida del deseo de aprender.
Con una adecuada observación, el docente logrará conocer a sus estudiantes. En el aula es su responsabilidad absoluta diseñar las estrategias de enseñanza y de evaluación que impliquen la mayor ganancia de aprendizaje. Por otra parte, los padres juegan un papel fundamental acompañando a sus hijos en su crecimiento académico. En casa, los padres pueden ayudar a crear los hábitos que les permita cumplir con sus deberes sin pasar a una infértil sobreexigencia.
* Martinic, S., Anaya, M., & Torrendell, C.(2008). Cultura organizacional e identidad en la educación católica chilena. Pensamiento Educativo. Revista de Investigación Educacional Latinoamericana, 42(1), 95-115.