La forma en la que se concibe la paternidad ha tenido transformaciones a lo largo del tiempo. Así, las características de cada época tienen influencia en los roles que se adjudican a cada miembro de la familia. Si bien, en décadas anteriores el padre era una figura autoritaria y muchas veces inaccesible, hoy los padres intentan ser más cercanos e involucrados en la vida de sus hijos. Acaso, ¿son estas nuevas formas de ser padre?
¿Cuál es la función de un padre?
Si pensamos la paternidad como una función a cumplir, podemos decir que el padre permite la independencia del niño, ofreciéndole otro lugar más allá de la madre, más allá de los miedos y el cuidado materno, le muestra que existe otro mundo, otro discurso.
En este sentido, esta figura posibilita que la madre no sea el todo del hijo, y en consecuencia, este no se dedique a colmarla exclusivamente. Alguien debe intervenir en esa relación simbiótica que se establece, debe existir un tercero que pueda mediar, ese es el padre.
Más adelante, en el crecimiento del niño, el padre se establece como una figura de identificación: “nos parecemos en esto”, “somos iguales en aquello”, “a ambos nos gusta tal cosa”. Esta relación permite que el niño se separe un poco del “ser uno con la madre” y que vaya construyendo paralelamente su modo de hacer con la vida, que vaya dando lugar a un deseo aparte de ella.
Padres “a la antigua”
El padre de ayer, si lo vemos como estereotipo; se concibe como una figura todopoderosa, similar a un dios que todo lo ve y todo lo puede, además castigador e impositivo. Esta figura, muchas veces lograba mantener su autoridad a través del miedo por el castigo. Sin embargo, esta imagen ha ido cambiando con el tiempo, dando lugar a una generación de padres más involucrados en temas afectivos, más cercanos emocionalmente a sus hijos. De estos cambios, rescato la importancia de establecer límites y mantener la autoridad a través del afecto.
Del autoritarismo a la sobreprotección
Si bien, se trata de ubicar al padre en un lugar accesible para sus hijos, vemos como en muchos casos, se puede cruzar la línea de la autoridad para dar paso a estilos de crianza extremadamente permisivos. Así, es posible evidenciar en la clínica la dificultad de los padres al establecer límites y terminan siendo “gobernados” por sus hijos.
Vemos comúnmente una generación de padres culposos, con temor de generar trauma en los niños ya que sus padres fueron muy rígidos y violentos con ellos. Se encuentran entonces, dos polos opuestos de crianza, ambos dañinos en cierta medida. Los “nuevos” modelos, basados el temor por generar traumas no permiten que el niño comience a asumir las implicaciones de la falta y se sienta colmado en todas sus peticiones.
Ser padre: un “hacer” singular
Mucho se dice sobre las funciones que debe ejercer un padre. La mayoría de estas construcciones son basadas en ideales de paternidad. Lo cierto es, que no existe un padre ideal, existen padres singulares.
Se trataría de encontrar un cómo ser padre que vaya más allá de las marcas de la propia infancia. Una paternidad alejada de ordenarse por el temor de dañar y mucho menos por la premisa de “forjar el carácter” a través del maltrato. Cada padre encuentra de a poco las formas de orientar su crianza, así como todo estilo de paternidad se orienta desde la subjetividad.
En ocasiones se presenta malestar a la hora de “ejercer” la paternidad o bien se evidencia malestar en los hijos respecto al vínculo. En estos casos resulta imprescindible para los padres aclarar en sí mismos algunos puntos de conflictos no resueltos, que probablemente, estén asociados a traumas no elaborados de su propia infancia.
¿Te interesa el tema de la paternidad? Sigue leyendo: The Full Monty: el deseo de ser padre
Psicóloga Clínica de orientación psicoanalítica.
Experiencia en el trabajo con niños, niñas, adolescentes y adultos.