Los diagnósticos clínicos son una guía para que el especialista pueda orientar el tratamiento. Ante las preguntas de los padres: ¿qué le pasa a mi hijo? ¿por qué se comporta de esta forma? se impone como única respuesta un diagnóstico. Un nombre que etiqueta, define y delimita todo lo relacionado a una persona.
Esto suele calmar a los padres. Se justifica la problemática exclamando “es que mi hijo es X”, utilizando el nombre asignado: autista, Asperger, Déficit de Atención, entre muchos otros. Pero ¿qué hace el niño o el adolescente con eso?
Muchas veces el diagnóstico clínico se convierte en una bandera, un “yo soy”. Así, representa una imposibilidad de elaboración, resta la oportunidad de pensar soluciones sobre problemáticas particulares.
El diagnóstico: ¿todos iguales?
Tomo como ejemplo el relato de Mark Haddon El curioso incidente del perro a medianoche. La historia es relatada por un joven de 15 años, Christopher quien va a una escuela para estudiantes con necesidades especiales porque tiene Síndrome de Asperger.
Eso no quiere decir que Christopher deje de ser un sujeto. En este caso, el protagonista de esta historia tiene muchos rasgos que le diferencian de los demás debido a su singularidad. Le gustan las cosas concretas, las listas y los hechos, tiene miedo de los extraños y de los lugares desconocidos.
Christopher tiene memoria fotográfica, es observador y es incapaz de decir mentiras. Tiene dificultades para entender las expresiones emocionales y las relaciones. Sin embargo, tiene su propia forma de demostrar afecto, apretando la punta de los dedos contra los de sus padres.
No hay que olvidar que ante todo, somos personas. Somos sujetos que pensamos y sentimos, todos por igual, pero con características e inquietudes diferentes.
Los padres y el diagnóstico
Christopher vive con su padre, quien le dijo que su madre Judy, murió hace dos años. El niño descubre el cadáver del perro del vecino Wellington, atravesado por un tenedor de jardín e inicia una investigación para averiguar qué le ocurrió.
A lo largo de sus aventuras, Christopher lleva un registro de sus experiencias en un libro, titulado “El curioso incidente del perro a medianoche” el cual comienza a escribir por sugerencia de la terapeuta de su colegio, Siobhan, quién según él, le tiene más paciencia y es la única que comprende su forma de ser.
“Este no va a ser un libro gracioso. Yo no sé contar chistes ni hacer juegos de palabras porque no las entiendo”*
En su investigación, Christopher descubre que su madre estaba viva y que su padre le ha mentido. En consecuencia, ha perdido toda la confianza en su padre y decide escapar de casa para vivir con su madre. Tras un largo y confuso viaje, Christopher finalmente encuentra el camino que le lleva al domicilio de su madre.
Ahora bien, algunos padres utilizan frases como: “Mi hijo es así, es autista” “él no es como los demás, es Asperger”. En esta historia lo que menos importa es que Christopher sea Asperger. Sus inquietudes y problemas nada tienen que ver con su diagnóstico. Todo el embrollo familiar que descubre Christopher pone en evidencia que sus problemas pueden ser los mismos a los de cualquiera.
¿Quién es mi hijo?
Como padres, vale la pena preguntarse ante un diagnóstico: ¿qué le gusta a mi hijo?, ¿qué le preocupa?, ¿cómo se siente?, ¿qué opina de las cosas que ocurren?
Pensemos en Christopher, a él no le gusta el color amarillo ni el marrón, mientras que le encanta el rojo. Esto le lleva a utilizar colorantes rojos para la comida marrón y amarilla. Tampoco puede comer dos tipos diferentes de comida si se tocan en el plato.
Su sueño favorito es aquel en el que toda la gente en la Tierra, que no son como él, mueren a causa de un virus. Solo quedan las “personas especiales” como él y no lo molestan. ¿Y quien no tuvo esa fantasía en la infancia?
Cada niño, cada adolescente, como parte de su proceso de crecimiento busca de alguna manera diferenciarse de los otros, adquiriendo gustos e intereses particulares, uniéndose a grupos de personas similares y prefiriendo cierto tipo de actividades sobre otras.
Los niños son sujetos con una historia propia. Tienen algo que decir respecto a lo que les ocurre. El tema sería darles la oportunidad.
*El curioso incidente del perro a medianoche, de Mark Haddon. Salamandra, 2004, pág 13.
Psicóloga Clínica de orientación psicoanalítica.
Experiencia en el área de salud mental con niños, niñas, adolescentes y adultos. Intervención y tratamiento de las distintas manifestaciones de malestar subjetivo: angustia, depresión, ansiedad, somatización, dificultades en la socialización, entre otros.
¡Me encantó!
Se conduce el tema de forma sencilla y amena. Deja una reflexión importante. Ojalá sea leído por muchos padres, docentes y personas que día a día conviven un niño en casa.
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